Ernest Hemingway dijo una vez: «En nuestros momentos más oscuros, no necesitamos soluciones ni consejos. Lo que anhelamos es simplemente conexión humana: una presencia silenciosa, un toque suave.» Son esos pequeños gestos los que se convierten en anclas firmes cuando la vida parece demasiado pesada.
Por favor, no intentes arreglarme. No trates de disipar mis sombras ni de cargar mi dolor. Solo siéntate a mi lado mientras enfrento mis tormentas internas. Sé la mano que puedo alcanzar mientras busco mi propio equilibrio.
Mi dolor es mío, mis batallas son solo mías. Pero tu presencia me recuerda que no estoy solo en este vasto y a veces aterrador mundo. Es un susurro silencioso que me dice que soy digno de amor, incluso en mis momentos más rotos.
Así que, cuando me pierda en la oscuridad, ¿estarás aquí? No como salvador, sino como compañero. Sostén mi mano mientras la noche pasa y ayúdame a recordar mi fuerza.
Tu apoyo silencioso es el regalo más valioso que puedes ofrecer. Es el tipo de amor que, incluso en el olvido, me recuerda quién soy.